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pues lo que sembrare cada uno eso cosechará: el q ue siembra en su propia carne -por el pecado-, de la carne cosechará corrupción , y el que siembra en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna ... » Aconseja al mismo Apóstol la intensa práctica de la v irtud y la lucha contra nuestras malas pasiones, «llevando siempre y po r doqu ier las señales de la muerte de Jesús en nuestros cuerpos, para que en él aparezca también la vida de Jesús. Porque nosotros, los que vivimos, somos entregados continuamente a la muerte por causa de Jesús, a fin de que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne morta l» (// Cor 4, 10- 11). Así conseguiremos la vida eterna en Cristo Jesús: «Si el espíritu de quien resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales, por medio de su espíritu, que habita en vosotros.» (Rom 8 , 11 ). 3.-EI juicio particular y el juicio final Jesús nos llamó a la vigilancia ante la proximidad e incertidumbre del momento del juicio particular: «Estad siempre preparados, porque a la hora menos pensada vendrá el hijo del hombre para juzgaros» (Le 12, 40). Y lo reafirma San Pablo: «Está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto su juicio» (Heb 9, 27). El juez será Jesús, como El nos dijo : «El Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo poder para juzgar» (Jn 5 , 22) . Y su sentencia será justa, insobornable e inapelable . La materia del juicio serán nuestras obras buenas y malas, pero sobre todo, nos pedirá cuenta y razón de la caridad que hayamos hecho y del bien que dejamos de hacer; como veremos a continuación . Del juicio fina l, decimos en el Credo: Jesucristo volverá con glo– ria , al final de los tiempos, «para j uzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin». 150 Lee lo que dij o Jesús : «Cuando el Hijo del hombre venga en su gíoria, acompañqdo de todos sus ányeles, se sentará sobre el trono de su gloria. Todas las naciones serán reunidas en su presencia; y El sepa– rará los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos ... Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha:

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