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16. Al fin del camino: postrimerías (1) Trescientos veinticuatro años antes de Jesucristo, el célebre Diógenes había colocado, al lado del tonel que le servía de vi– vienda, un letrero que decía: «Se vende sabiduría». Un curioso y rico burlón se le acercó y entregándole unas monedas le dijo: -¡ Dame tres sextercios de tu mercancía! El filósofo le respondió: - Puedes apuntar: «¡En todo lo que hagas, piensa en el fin!» Tanto agradó, o hizo pensar, la máxima al comprador que mandó grabarla en el frontispicio de su casa ... No obstante la idea no era nueva ni original. Muchísimos años antes, y con mayor precisión y elevación moral, estaba ya escrita en uno de los libros hebreos del Antiguo Testamento: «En todas tus acciones, acuérdate de tus postrimerías y nunca pecarás». Esta es la fina lidad de estas últimas lecciones. 1.-Vida y muerte según el concepto cristiano Ya hemos visto cómo el motivo y finalidad de nuestra vida cris– tiana es desarrollar, en progreso constante, nuestras cualidades y nuestra personalidad, transformar y mejorar el mundo según Dios, servir a nuestro prójimo y vivir la vida de hijos de Dios, asociados a Cristo resucitado y sostenidos por el Espíritu Santo. Para eso, y no para que le empleemos caprichosamente, se nos concede el plazo de esta vida terrestre. La vida en el Antiguo Testamento se nos presenta bajo el concepto de servicio amoroso a Dios, de «milicia» (Job 7, 1) y lucha para conse– guir el reino de los cielos. Sin perder ese sentido, que rememora San Pablo en sus cartas, adquiere una nueva luz y seguridad de esperanza por !a unión a Cristo, triunfador de la muerte corporal y prometedor de la consurrección y vida eterna en El. Así nos lo dice el prefacio de la Misa de difuntos: 148

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