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1. Jesucristo, Dios y hombre verdadero El hombre de nuestro siglo XX está inquieto. Se piensa, habla y escribe sobre «la incógnita del hombre ... », «el hombre y su misterio .. . » La in comparable luz del Concilio Vatkano 11 nos orienta al conocimiento de la verdad sobre su creación, conservación y destino . es Di os el que interviene: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el mis– terio del Verbo encarnado ... Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. «El que es imagen de Dios invisible es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán ·d semejanza divina, deformada por el primer pecado ... El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unia,o, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre , pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre , amó con corazón de hombre . Nacido de la Virgen María, se hizo verdadera– mente uno de los nuestros, semejante en todo a nos– otros, excepto en el pecado . «Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, además, abrió el camino, con cuyo segui– miento la vida y la muerte se santifican y adquieren un nuevo sentido ... «Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina.»(Const. Iglesia y Mundo n . 0 22). Jesús dijo de sí mismo que El era el Camino. Nos encon– tramos, pues, EN EL CAMINO DE JESUCRISTO no sólo para descubrir el misterio de! hombre, sino para, recon íJci endo nuestra vocación di vina, ir por El hacia el Padre y su r ~n íritu y lograr así el gran retorno hacia Dios. 9
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