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34, 23-25). Esto nos hace recordar las palabras de Jesús en el evangelio de San Juan: Yo soy el buen pastor. Los judíos cautivos,. a la orilla del río, lloran y sueñan en Jerusalén 3. El segundo lsaías. Así se suele llamar al autor cuyos escritos se contienen en la segunda parte del libro de Isaías-caps. 40 ss.-. Desconocemos su nombre real, el lugar de nacimiento y los hechos de su vida. Sólo sabemos que vivió en · Babilonia, en medio de los cautivos, participando vivamente de sus penas y de sus esperanzas. Sus profecías son tal vez los escritos más in– teresantes del Antiguo Testamento. El profeta anuncia a los desterrados el pronto y gozoso retorno a Je– rusalén. Dios irá delante de ,ellos, realizartdo así una nueva liberación, se– mejante a la que en otro tiempo realizó por medio de Moisés. Dios, que es dueño absoluto del mundo y de los hombres, y que todo lo dirige según su voluntad, ha escogido a Ciro, rey de los persas, para que déstruya el imperio babilónico y dé libertad a los judíos cautivos. Su profecía más famosa es la contenida en los cánticos del Siervo pa– ciente de Yahvé ·(Is. 42, 1-9; 49, 1-6; 50, 4-11; 52, 13-53, 12). En estos cuatro cánticos nos describe el profeta a uh personaje misterioso, a quien Dios escoge desde el seno de su madre, a qiuen llena del Espíritu, a quien envía como luz de todas las gentes; será maltratado, escarnecido, con– denado a muerte ignominiosa. Y esto se ha hecho porque ese Siervo de Dios ultrajado ha querido cargar sobre sí los pecados y culpas de todos los hombres, para expiar por ·ellos. Dios aceptará su sacrificio expiatorio y, como recompensa, le dará una descendencia innumerable. 115
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