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Dios nos ha concedido 1os mayores beneficios: la vida, la educación física, moral e intelectual y aun la vida sobrenatural. Ellos son 1os representantes de Dios en nuestro cuidado inmediato. Justo es, pues, que los hijos correspondan a los padres con el amor_. el respeto, la obediencia y el cuidado de los mismos. Este amor y respeto a los padres debe extenderse proporcionalmente a todos los familiares, hermanos, abuelos y de~ás parientes; en es– pecial a los que conviven en 1a misma casa. 1) Amor. La Sagrada Escritura está llena de hermosos textos que reco– miendan este amor: «Honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre ... ¡ Cómo podrás pagarles lo que han hecho por ti)) (Eclo 7, 29-30). 'Efectivamente, es a 1os padres a quienes más debe– mos después de Dios. El amor a los padres ha de ser interno." afectivo, de corazón; y externo: manifest ado con palabras, con muestras de cariño y, sobre todo, con obras. Contra el amor y gratitud a los padres pecan gravemente los hi– jos: que alimentan odio en su corazón contra ellos, les niegan la palabra, el saludo, las visitas; _los que los injurian o no los socorren en sus graves necesidades espirituales y materiales. 2) Respeto. La actitud fundamental con los padres, según indica el sagrado texto referente al cuarto mandamiento, es el respeto o debida con– sideración . 1 Por el respeto se reconoce la preeminencia, dignidad y excelen– cia de los padres. En todos los pueblos se ha considerado a los pa– dres como algo sagrado. No en vano son cooperadores y represen– tantes de Dios en la gran obra de la creación. La actitud interior de respeto debe manifestarse al exterior con palabras y hechos. «De obra y de palabra honra a tu padre, para que venga sobre ti su bendición )) (Eclo 3, 9-10). Faltarían quienes los desprecian, injurian o se avergüenzan de su condición humil.de . El respeto debe extenderse a quienes de alguna manera suplen a los padres en la educación y formación: maestros , profesores, per– :,onas de edad ... 53