BCCCAP00000000000000000000524

4 TERCER MANDAMIENTO «Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el sép– timo dia es de descanso. consagrado a Yav é. tu Dios>) (Ex 20. 9). «El sábado se hizo para el lzonzbre, no el hombre para el sábado1) (Me 2, 27 ). Nuestra 'vida pertenece toda a Dios. Por consiguiente, el hombre debe convertir toda su vida, la privada y la pública, los trabajos y descansos, en un acto de religión; debe orientar todas sus actividades y trabajos a la gloria de D[os. Esto no puede conseguirse fácilmente desde que el pecado entró en el mundo. De aquí la necesidad de que existan algu– nos días en que nos desentendamos de las ocupaciones mate– riales que absorben y distraen; y los dediquemos completa– mente a glorificar a Dios, como a señor de nuestra vida y de nuestros trabajos. Existen lugares sagrados, casas de Dios, destinados al cul– to, en torno a los cuales se agrupan los pueblos y las ciudades. Debe haber asimismo tiempos sagrados, días santos, en torno a los cuales giren todas las horas de nuestra vida. La Iglesia determina más el tercer mandamiento de la ley de Dios, señalando cuáles han de ser estos días santos, y cómo los hemos de santificar. l. QUE MANDA El tercer mandamiento de la Ley de Dios mandq: santificar las fiestas. La Iglesia determina ya en concreto cómo hemos de santificar las fiestas; y así manda asistir al · santo sacrificio de la misa y prohi– be durante estos días ciertos trabajos. 43

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz