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1) Amor a Dios: El verdadero amor exige correspondencia. <<Dios es amor» (1 J n 4, 16), y quiere que, a su vez, nosotros le amemos. - Es la suma bondad y santidad. - Por amor nos ha creado y destinado a la eterna bienaventu- ranza. ·- Por amor nos ha entregado a su Hijo, que se hizo hombre para redimirnos del pecado. - Por amor nos ha enviado al Espíritu Santo, y nos ha hecho entrega generosa del gran don de la gracia, por la que somos hijos suyos, herederos de su gloria. Nuestro amor a Dios debe ser: a) Supremo: sqbre todas las cosas y los 5eres. 11 El que ama al padre o a la madre más que a mí. no es digno de mín (Mt 10, 37), dice Jesucristo. b) Afectivo: amor interior de corazón. e) Efectivo: d~:-obras. No es sincero el amor cuando le faltan las obras. «Hijos, dice el apóstol San Juan, no amemos sólo de pa– labra y con la lengua; amemos con las obras y en verdad 1, (1 J n 3, 18). El que de veras ama a Dios cumplirá sus mandamientos. 2) Amff¡• a nosntros mis1:1os: Debemos también amarnos a nos– otros mismos, porque: - Lo manda Dios, cuando hace del amor a nosotros mismos la norma para medir nuestro amor a los demás: 11 Amarás al prójimo como a ti mismo)) (Mt 19, 19). - Somos la gran obra de D :os, hechos a su imagen y semejan– za (Gn 1, 26). Y sobre todo hijos suyos por la gracia. - Lo exige nuestra misma ncituraleza, ya que todos los seres bus– can por voluntad. de Dios su propia perfección. El amor a nosotros mismos ha de manifestarse procurando con todo empeño nuestra propia perfección humana y espiritual; natu– ra.! . y sobrenatural. «Sed perfectos ... >) (Mt 5, 48), es la consigna de Dios. 23

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