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El que corre en el estadio, de todo se absliene, para alcanzar una corona ejemplo y con su palabra: «Si alguno quiere venir en pos de mí, nié– guese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame» (Le 9, 23). Debemos, pues, ejercitarnos en la mortificación externa en todo tiempo. Pero la Iglesia ha señalado de manera especial la cuaresma como una época particularmente destinada a la penitencia. La ley del ayuno y la abstinencia es el mínimo obligatorio de mortificación y penitencia. Mediante la mortificación en la comida que supone est~ precepto: - Se vigoriza la voluntad y se la entrena para tener a raya las malas inclinaciones. - Se hace penitencia y se satisface por los pecados nuestros y por los de los demás. - Se pueden hacer algunos ahorros para socorrer a los pobres. No debemos contentarnos con el mínimo obligatorio. Debemos dar a nuestra vida un sentido penitencial con el ejer– cicio de pequeñas mortificaciones: - en la comida y bebida - aceptando y llevando con paciencia las muchas ocasiones de sufrir que ofrece. la vida de cada día -- cumpliendo, sobre todo, exactamente con nuestro propio deber. 122

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