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12 CUARTO Y QUINTO PRECEPTOS DE LA IGLESIA·· ((Estoy crucificado con Cristo)) (Cl 2, 19). ((Los que sirven al altar, del altar participann (1 Ca 9, 13). La Iglesia no impone ninguna obligación arbitrariamente. Tampoco cuando nos manda en el cuarto precepto «ayunar y abstenerse de carnes». La mortificación o renuncia voluntaria a ciertos gustos na– turales fortalece nuestra voluntad, y, al mismo tiempo, · nos libera de la tiranía que impone el apetito desordenado de pla– ceres. De este modo el camino de la gracia de Dios encuentra menos obstáculos en nosotros. Pero sobre todo la mortificación tiene sentido a la luz de Cristo, nuestro maestro y mpdelo. Con su ejemplo y con su palabra Cristo nos enseñó la renuncia a nosotros mismos. Tampoco el quinto precepto de «ayudar a la Iglesia en sus necesidades>> tiene nada de abusivo o arbitrario. Los ministros de la Iglesia necesitan, como hombres, me– dios para vivir. Asimismo se necesitan bienes materiales para . la expansión del Evangelio y el ejercicio de la caridad cristia– na. Por lo demás, la Iglesia no es ninguna sociedad económica, productora de bienes materiales. Es preciso, pues, que los fieles contribuyan con los suyos propios al sostenimiento de los mi– nistros de la Iglesia y de sus obras de apostolado. l. EN QUE CONSISTE LA LEY DE ABSTINENCIA Y AYUNO El cuarto precepto de la Iglesia es: ayunar y abstenerse de co– mer carne, cuando lo manda la santa Madre Iglesia. (Catee., n. 182). Nosotros debemos seguir el camino señalado por Jesucristo. Y Jesucristo nos ha señalado el camino de ·1a mortificación, con su 121

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