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-40- El maestro seguirá las huellas del Maestro por excelencia, que comenzó por obrar, para enseñar luego. "CcPpit facere et do– cere". Gracias a esta piedad personal suya, 1) el maestro espe– rará el fruto de su trabajo, no confiand0 en su propia industria, sino en la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, en cuyo nombre se afana. No perdonará industria alguna para sembrar y para regar; pero estará, a la vez, íntimamente convencido de que sólo Dios da el crecimiento: "Deus autem incrementum dedit". Él es el Maestro interior que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, y sin el cual permanecería el entendimiento en las tinieblas. (Vid. S. Agustín), "De Magistro". 2) Recibirá con humildad sus éxitos, atribuyéndolos tan sólo a Dios; no escuchará los aplausos secretos de su corazón ni las alabanzas exteriores de los hombres; recibirá sus fraca– sos sin abatirse ni perder su confianza; pensará que de solo Dios son conocidos los momentos que Él se reserva para obrar, que Él sabe dar por la mañana la recompensa del tra– bajo de una noche, que parecía perdida. (Vid. Luc. V; 6, 5,) y que su obligación es ser diligente, no llegar al éxito. El segundo medio es el amor a los niños. Hay que amar a los niños, pues esta es la condición esen– cial de la obra de la educación. En efecto, el medio normal para la vida del niño es la familia. En él es donde está desti– nado a desarrollarse envuelto en la cálida atmósfera de los que le rodean; en él es donde el niño se siente verdaderamen– te expansivo y feliz. Es necesario reconstituir al niño esta at– mósfera en la Escuela; es necesario que no se haga demasiado penosa la separación de su madre, y que encuentre un verda– dero cariño en el que es su maestro. Si se siente amado, el niño amará a su vez. "Si vis amari, ama". El amor provoca el amor, y cuando el maestro es amado de sus discípulos, obtie– ne de ellos cuanto quiere. Aquí está el secreto más importan– te de la autoridad y de la influencia, hasta el punto de que se ha podido decir que la "enseñanza es la amistad". Se ha de amar a todos sin distinción, pero más particular– mente a los tímidos, flores delicadas y sensibles, que, abando– nadas, se cierran y se marchitan, pero que están prontas a

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