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-36- no es libre relativamente a lo que ignora; lo es solamente con relación a lo que conoce y aprecia. Ganarle, a la vez que se le ilustra sobre el objeto de su elección, no es en modo alguno hacer presión sobre él. ¿Qué se deberá proponer al niño para encender en su co– razón el fuego sagrado?. ¿Las humanas comodidades, el bie– nestar material, lo honroso de la situación, las satisfacciones que proporciona el cultivo de la inteligencia?. Son estos mo– tivos puramente naturales y, por consiguiente, pobres e ine– ficaces. A motivos sobrenaturales es a lo que hay que acu– dir, como el amor de Dios, el deseo de salvar el alma, de tra– bajar en la salvación de los prójimos, de llevar una vida pura, de abrazarse con el sacrificio y con la abnegación. Mas para que estos motivos impresionen al niño, cautiven su corazón y arrastren su voluntad, es necesario que la atmósfera en que vive se halle impregnada de estas nobles aspiraciones; que en todas partes, en las instrucciones, en las clases, en las conversaciones se hable de ello sin cesar; es necesario que la eficacia de estos medios se halle funda en una piedad profun– da, que haga al niño considerar el servicio de Dios como el ideal más sublime y, a pesar de los sacrificios y de la inmola– ción constante, como la más pura de las dichas. Si se juzga que el niño se halla por completo desprovisto de aptitudes y de inclinación a la vida religiosa, aun cuando por respeto humano, por timidez, por interés, v. g., de conti– nuar más fácilmente sus estudios, disimule el fondo verdade– ro de su alma, no debe dudarse en despedirle. Personal --(Organización) Tal nos parece que ha de ser, en sus líneas generales, el gobierno de nuestras Escuelas. Pero, ¿quién se encargará de poner en ejecución todo este programa? ¿De qué personal se– rá necesario disponer? En toda Escuela se puede distinguir un cierto número de órganos indispensables. En esto, como en todo, se hace in– dispensable la división del trabajo.

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