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-35- Piedad- Vocación Pero lo que debe dar vida a toda la obra de la educación es la piedad. Piedad ilustrada. Para esto es necesario dar una gran im– portancia a la instrucción religiosa. Piedad universal. Con este objeto se acostumbrará al niño a practicar todas las cosas con espíritu de Fe y con intención sobrenatural, en presencia de Dios, por amor de Dios, para cumplir la voluntad santa de Dios. Piedad interior. Consistirá esta, ante todo, en la práctica de las virtudes propias del niño, y en particular, del niño que dirige sus pasos hacia el Santuario. Para ello se cuidará de ponerle continuamente ante los ojos el ideal divino, N. S. Je– sucristo, niño y adolescente en la casa de Nazaret, y los Santos que, de un modo especial, son modelos de la juventud, como San Luis Gonzaga y tantos otros. Piedad sólida, es decir, copiosamente nutrida y alimenta– da en sus verdaderas fuentes: la oración, la devoción al S. Co– razón de Jesús, a la Santísima Virgen, al Ángel Custodio; la frecuencia de sacramentos. Se señalará un cierto número de confesores, entre los mús prudentes, de forma que se deje a los niños libertad plena y entera para escoger, según el espí– ritu de la Santa Iglesia. Se recomendará la Comunión frpcuen– te, según lo ordenado por la S. C. del Concilio en 20 de Dic. de 1905. (An. Ord., XXII, pág. 107.) Con la piPdad se une estrechamente el fomento de la vo– cación. Nada hay, en verdad, más deplorable que las voca– ciones forzadas, y es necesario tener un absoluto respeto a la voluntad del niño, y que él comprenda siempre que es libre para marcharse; pero este respeto no significa en manera al– guna la abstención y el silencio: por el contrario, contribuye a facilitar el ejercicio de esta libertad el llamar la atención del niño sobre la vida religiosa, para hacerle admirar su grandeza e infundirle el gusto de abrazarla. Porque el niño
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