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-19 Método de enseñanza. Después de habernos ocupado en los programas, digamos algunas palabras sobre el método de enseñanza. Examinada ya la cuestión: "qué se debe enseñar", fijemos la atención en la otra: "cómo se debe enseñar". No estamos ya en los tiempos en que todos los alumnos, indistintamente, cualquiera que fuese su edad y conocimien– tos, formaban un solo grupo. San Ignacio condenó esta prác– tica en sus colegios: "Voluit tres classes distinguí juxta diver– sum auditorum capturo, ut non unus et idem orones Iectiones audiret qucE supra ve! infra capturo essent". Del mismo modo, no estamos ya en la época en que la enseñanza clásica se limitaba al griego y al latín, y la lengua materna, la Historia, la Geografía y las ciencias estaban excluidas. Hoy prevalece en la enseñanza la tendencia opuesta, y, por esto, es preciso que su carácter principal sea la unidad; de lo contrario se seguirá la dispersión y el enervamiento de las fuerzas intelectuales del niño. Unidad en el fin que se persigue. Es necesario que reine un mismo espíritu en la Escuela entre los maestros y los dis– cípulos, que todos y cada uno sepan dónde se va, y de esta manera se multiplicarán todas las fuerzas dirigidas al logro del mismo fin; mientras que la divergencia en la comprensión del objeto a que se tiende no podrá producir otra cosa que la esterilidad y la muerte. Esta unidad es tanto más fácil de obtener, cuanto que en nuestras Escuelas todos los alumnos se destinan a la misma carrera, y es tanto más de desear, cuanto el fin mismo es más elevado y más difícil de alcanzar: "altum et arduum." Unidad en los métodos. De lo contrario los alumnos se verán penosamente desorientados, y se asemejarán al caballo a quien se tira imprudentemente de las riendas, tan pronto hacia la izquierda como hacia la derecha, y que, por esta

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