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-13- ve que el estudio de las lenguas antiguas exige de ella un esfuerzo que la sirve de ejercicio, una gimnasia que la da fle· xibilidad. 2) Nuestras lenguas modernas tienen sus raíces más o menos profundas en el griego y el latín; nuestras tradiciones literarias nos ligan estrechamente con ellas, y por esta rázón es imposible conocer a fondo nuestras lenguas modernas, si no nos remontamos hasta sus orígenes. ¿Qué ayuda no nos prestarán, desde este punto de vista, la etimología, la compa– ración de los términos y de la sintaxis, la evolución progre– siva de la lengua? 3) Si del continente pasamos ahora al contenido, en la literatura clásica encontramos el compendio de los sentimien– tos más generales de la humanidad, la expresión de la natu– raleza humana en lo que ella tiene de más sencillo y más noble. Hé aquí la razón por la cual los estudios clásicos son tan justamente llamados humanidades, "humaniores litter&". 4} Gracias al genio de Grecia y de Roma, estos senti– mientos se nos presentan envueltos en un ropaje de una incomparable belleza; y estos modelos acabados son indis– pensables para formar el gusto, es decir, ese delicado discer– nimiento que nos hace apreciar la belleza, la verdad, la exac• titud de los pensamientos y de las expresiones que entran en una obra literaria. 5) Nuestras civilizaciones contemporáneas son las here– deras más o menos directas de las civilizaciones griega y romana; nuestras instituciones, nuestras artes se derivan de ellas, y a este glorioso origen son deudoras de su superiori– dad. Pero ¿cómo penetrar en el secreto de aquellas civilizacio. nes, si ignoramos la lengua que las sirve de envoltura y que sólo ellas nos pueden revelar? - 6) Los genios, cuyas obras maestras admiramos, están por completo impregnados de la cultura greco-latina. ¿Será posible llegarlos a saborear, si desconocemos esta cultura? Acaso nuestra tesis parecerá exagerada, y se nos repro– chará el dar excesiva importancia a la antigüedad pagana, dejando en segundo término la influencia del Cristianismo. Lejos de nosotros el pensamiento de disputar a éste su

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