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-12- 1) En cuanto a la lectura, hay que cuidar de que nues– tros alumnos tengan, desde el principio, una pronunciación correcta, que sepan respirar a tiempo y emplear la entonación conveniente. La lectura es un verdadero arte y de verdadera necesidad para un eclesiástico, y lo mismo debe decirse de la declamación. 2) En cuanto a la escritura, hay que procurar que los niños adquieran, poco a poco, un modo de expresarse limpio, esmerado, para que más tarde puedan dar a lo que escriben, y particularmente a las cartas, una forma que no resulte repul– siva o contraria a las reglas más elementales de la cortesía. Programa de los estudios. Entremos ahora en el programa de los estudios clásicos. Comprende éste, como elemento principal, junto con la lengua nacional cuyo estudio no cesa durante todo el tiempo de la vida escolar, el estudio de las lenguas antiguas, es decir, del griego y del latín. Los motivos de la preponderancia que a éstas se concede son los siguientes: 1) El estudio de estas lenguas tiene como objeto principal el cultivo de la inteligencia y el embelleci– miento del espíritu. En efecto, aunque emparentadas con nuestras lenguas modernas, se nos presentan aquéllas con una estructura y un genio del todo diferentes. En estas lenguas, para descubrir el pensamiento que se esconde bajo la pala· bra, o bien, para revestir nuestro pensamiento con las palabras que sean más propias, es necesario un trabajo que agudice la inteligencia y la dé delicadeza y precisión. Si comparamos estas lenguas con las nuestras, observamos que estas últimas son, en su mayor parte, analíticas, mientras que aquéllas son sintéticas; y esto nos obliga a pasar continuamente ora del aná– lisis a la síntesis, ora de la síntesis al análisis. Ahora bien, este trabajo de composición y de descomposición sucesivo es la operación que diariamente ejecuta nuestra inteligencia cuando quiere darse cuenta de las cosas y de sí misma; en lo cual se

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