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-10- A'>í, pue<;, tratándo5e de una enseñanza que debe ser general en sus principios, pero no enciclopédica en su naturaleza, el principio de la sabiduría es saber ignorar. "Non multa, sed multum." 2. 0 ) Conviniendo en que, cuando se trata de los que se preparan para carreras seculares y de su utilización inme– diatn, pueda juzgarse ventajoso el dar mayor amplitud a cier– tas materias (lenguas vivas, ciencias, ctc.)y menor a las lenguas clásicas, esta consideración no es aplicable cuando se trata de aspirantes al sacerdocio, para los cuales las lenguas clásicas son de una imperiosa nec1csiclad. S¡;ntcidos e~tos preliminares generale~, sigamos al joven estudiante en los detalles de su formación. Y, ante todo, ¿qué condiciones deben exigirse al candi– dato'? No deben ser admitidos en nuestras Escuelas Serúficas más que niños que, en lo que se refiere a la salud, a la inteli– gencid y a la piedad, ofrezcan garantías suficientes y presrn– ten algunos indicios ele vocación. St>guramentP, no es a los once o doce aüos cuando se puede pedir a un niño que pre– sente una vocacion clara y decisiva; lo que import:1 averiguar, desde luego, y observar con esmero, durante todo el período de su formación, son las cualidades morales, que indican, de un modo más o menos exacto, una cierta aptitud para la vida religiosa. Para la justa apreciación de estas cualidades, hay que tener muy en cuenti la índole de la familia del niño, pues éste, l<ls más de las veces, no es más que lo que de él ha hecho la influencia de aquélla. Pídanse, pues, a los párrocos, o a cualquiera otra persona competente, certificados concien– zudamente escritos, que puedan ilustrar la conciencia de los superiores. Aquí se plantea una cuestión bastante delicada. L:i edu– cación que se se d,1 a nuestros jóvenes estudiantes ¿debe ser gratuita? En principio, respondemos que no. Y no quiere esto decir que no debamo;; contar con la Providencia, como verda– deros hijos ele! Serúfico Padre, ni tampoco que hay,unos ele retroceder ante sacrificios cuantiosos para crear y mantener nuestras Escuelas Seráficas; sino que, siendo la educJcíón un
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