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GUMERSINDO DE E SCALANTE, O.F.M.Cap. sancionan la negligencia de las tradiciones, es la rotura de los lazos que ligan a los vivos con los muertos. Cuando un salvaje muere, su espíritu va a reunirse con los espíritus de sus ante– pasados ; con sus padres, con sus parientes, con los antepasa– dos de su clan, de su tribu, de su casta. Para darse cuenta de la gravedad de este castigo para un negro, sería menester com– prender hasta qué punto llega la robustez de los lazos fami– liares entre ellos. «La maldición más terrible que se puede di– rigir contra un negro -dice el P. Dufonteny- es quitarle la esperanza de ser sepultado en la tierra de sus padres y de reunirse con sus antepasados ... He ahí el principal obstáculo que encuentra el negro para abrazar el cristianismo: Si yo me hago cristiano, ya no volveré a ver a mi madre después de la muerte» ns,. El cambio de religión rompe el lazo de unión entre los espíritus de una misma familia. «Una tarde -dice el mismo misionero- había predicado, yo a mis cristianos sobre la gloria del cielo. Después de la instrucción, cuando me paseaba rezando el rosario por las calles del pueblo, advertí que uno de mis mas fervorosos cristianos estaba llorando a lágrima viva delante de su pobre choza. - ·-¿ Qué te sucede para que llores así? - ¡Ah, Padre mío!, es por tu sermón de esta tarde. - ¡Cómo! ¿ Si el sermón ha sido de los gozos del cielo? -Pues eso es precisamente lo que me hace llorar. -¿ Pues, por qué? - ¡Es que yo tenía una madre tan buena! Ella no conoc10 la gracia del bautismo antes de su muerte; si lo hubiera co– nocido, ciertamente lo hubiera recibido, porque ¡era-tan buena! Yo voy a ir al cielo y no veré más a mi madre. Por eso lloro. j Pobre madre mía! ¡era tan buena! Yo procuré convencer al pobre negro -sigue diciendo el misionero- de que su madre podía haberse salvado, ya que, según él, era tan buena y virtuosa, aun cuando no hubiera re– cibido el bautismo; y que, por tanto, habiendo él recibido el bautismo, era más seguro que pudiera ver a su madre que si no lo fuera. Fué tal el gozo que experimentó aquel pobre negro con esta explicacifo1 que, no pudiendo contenerlo dentro de su corazón, corrió a decir a gritos a los otros cristianos: «Sabed (18) .'41ttour du Probleme, 15. -·20 -

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