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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 89 Méritos y virtudes: Sucesión de obras maravillosas que nosotros efectuamos a lo largo de nuestra existencia, con el auxilio de la gracia, y que son merecedoras de vida eter– na. Tanto valen esas obras, que la menor de ellas no po– dría ser pagada con todo el oro de todos los bancos del mundo. La gracia, asimilando los méritos de la redención de Cristo, transforma nuestras obras de tal modo, que só– lo pueden pagarse con un cielo y una eternidad... La salvación del alma. El cie!o. ¿Qué joya, éxito o triun– fo del mundo pueden compararse a esto? Por la puerta de la salvación entramos en la gloria, para convertirnos en cortesanos de Dios y ser felices para siempre, sin temor de perder ya nunca esa inefable felicidad. Todas las glo– rias de la tierra palidecen ante esta. Todos los negocios de este mercado humano, no son más que una mezquindad al lado de este negocio fabuloso, que es el de la salvación. Cristo nos lo dirá con palabras de actualidad eterna: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?" Y, por cima de todo, DIOS, el valor de los valores, que da valor a todo cuanto existe, pues El es quien lo ha crea– do, lo conserva, y continúa siendo su Amo y Señor abso– luto. Todas las criaturas llevan su firma soberana en las mismas interioridades de su ser. Pero, por una inmensa des;;racia, que nunca deplorare– mos bastante, este valor supremo apenas es reconocido por la mayor parte de los hombres. Pío XII decía con amargu– ra a los predicadores de Roma, por la Cuaresma del año 41: "¿Quién se afana ya por conocer a Dios? ¿Quién le bus– ca por los caminos de la verdad? ¿Quién se alza hasta la ciencia de la fe? Dad una ojeada a las asambleas de los sabios del mundo, a las aulas de la ciencia, a los volúme– nes de los modernos filósofos, a las moradas de tantas fa– milias. Interrogad a los doctos sumergidos en la investiga– ción de los misterios de la naturaleza, de los acontecimien– tos de los pueblos, del espíritu humano, y preguntadles: ¿Quién es Dios? ¿Qué piensan o creen de Dios? Para mu– chos, Dios no es de nuevo, sino "el Dios desconocido" de los antiguos atenienses". Es más; hasta algunos toman como signo de apocamien– to y de falta de inteligencia, el practicar la religión, el no prescindir de Dios ni del culto que se le debe. He aquí la

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