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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 85 venganza o indiferencia. Los pacíficos muy por cima de los alborotadores. Los fieles cumplidores del deber frente a la persecución o la burla, muy por cima de los cobardes que se doblegan a lo que sea por evitar la burla o la persecución. Pero tenemos que reconocer, que Cristo pagó su valen– tía de decir la verdad a un mundo que amaba el error y el engaño, porque lo encontraba muy cómodo para su vida. He aquí unas declaraciones impresionantes del obispo ameri– cano de la televisión Fulton J. Sheen: "El Calvario fue el precio que Cristo pagó por el Ser– món de la Montaña. Sólo la mediocridad sobrevive. Los que llaman negro a lo negro y blanco a lo blanco, son senten– ciados por intolerancia. ¡Sólo vive lo gris!" Y nosotros tenemos que agregar: El que quiera estar con Cristo, no puede permitirse enjuagues, engaños, errores, ter– giversaciones ni mentiras, sobre todo desde que El se ha pronunciado infaliblemente sobre tantas cosas. Estar con Cristo. Aceptar su doctrina. Asimilar su con– cepto sobre las cosas. Colocarlas para nuestro uso en el gra– do jerárquico de valores en que las ha colocado Cristo. Es– te es nuestro empeño. Nos sentiríamos felices en poderlo conseguir. Y así evitaríamos esa modalidad de la ignoran– cia que, según Duclós, consiste en saber otra cosa diferente de lo que se debe saber. Aceptemos la verdad como es en sí, aunque por ello, co– mo Cristo, tengamos que pagar el precio de sangre de un Calvario. Entonces nos alcanzarían de lleno los frutos de la octava Bienaventuranza: "Bienaventurados los que pa– decen persecución por la justicia, porque de ellos es el rei– no de los cielos ... " El reino de los cielos vale la pena de una persecución, hasta con la pérdida de la vida. Por el Tabor de las Bien– aventuranzas, al Calvario de los dolores. Y por el Calva– rio, al cielo... En el anterior capítulo iniciábamos nuestra ascens10n por esa escala de valores. Situábamos en el primer esca– lón los valores puramente materiales que, aunque valores, eran los más modestos e ínfimos de la escala. Un escalón más arriba, situábamos los valores espirituales naturales. Y hoy, por fin, vamos a subir un escalón más, para encon– trarnos con algo más perfecto y elevado aún: Los valores espirituales sobrenaturales.
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