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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 79 el alma espiritual e inmortal, la ciencia, el arte, la cultura, el amor, la fama y los honores, la prosapia y la nobleza de la sangre, la verdad natural, etc ... , etc. Indudablemente que todo esto representa un valor muy superior al de las cosas antes mencionadas. Son algo espiri– tual que está muy por cima de lo material y sensible. El alma, con las maravillas de sus potencias, memoria, entendimiento y voluntad, está a infinita altura sobre el cuerpo y sus sentidos. La ciencia y la cultura constituyen un maravilloso ar– chivo de conocimientos que se almacenan para nuestra uti– lidad o recreo en los senos misteriosos e insondables de esa alma espiritual e inmortal. El arte, creador o evocador de bellezas, es como un so– plo de Dios sobre unos pocos hombres privilegiados. Dios parece que les asigna la misión de sembrar el mundo de be– llezas, que nos recuerden a todos la Belleza increada, que es El, y que un día podremos ver con nuestros ojos. En las Actas de Canonización de Santo Tomás de Aqui– no hay un rasgo maravilloso, que muestra la gran simpatía y atracción que sentía por los escritos de los Santos Padres, henchidos de ciencia y de belleza. En cierta ocasión volvía el Santo de Saint Denís, acom– pañado de otros religiosos de su Orden. Se acercaban a Pa– rís. Y al ver la gran ciudad extendida ante sus ojos, uno de sus compañeros exclamó: ¡Qué hermosa es esta ciudad! -¡Ciertamente, muy hermosa!-, contestó el Santo. -¡Qué bien, si fuera propiedad tuya!-, añadió el pri- mero. Santo Tomás le replica, sorprendido: ¿Y qué había yo de hacer con ella? -Podríais venderla al rey de Francia, y con el produc– to de la venta, edificar amplios y hermosos conventos para la Orden. Ni ante la respuesta fascinadora del compañero, reaccio– na entusiasmado Santo Tomás. Muy al contrario; sus pa– labras desconcertantes dejan perplejos a todos: -A decir verdad, más que ser dueño de esta capital ma– ravillosa, yo preferiría poseer un ejemplar de las Homilías de San Juan Crisóstomo sobre San Mateo ... Sí; en el concepto de los buenos cotizadores de las cosas, la ciencia y el arte valen más que las riquezas. Aquellas

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