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R.AI> IOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD y por doquier me aplauden, me festejan con gozo; mas vos, así desnuda, es estimaros poco. Si queréis, yo os ofrezco compartir mis adornos de modo tal que a entrambas nos sea provechoso. En casa de los sabios me serviréis de abono, y yo os daré la entrada en casa de los tontos; siguiendo a cada cual su gusto y sus antojos, vos con pláticas graves, yo con cuentos jocosos, la gracia ganaremos de sabios y de tontos". 75 Es una verdadera pena que la verdad sea despreciada de la mayor parte de los hombres, y no pueda tener acceso a las inteligencias si no viene un tanto ataviada con las ga– las de la ficción. Pero tenemos que decir que las personas siempre son lo que son, independientemente del traje, dis– fraz o adornos que lleven encima. Y las cosas tienen valor e importancia, por lo que son en sí; no únicamente por la presentación, más o menos fascinadora, con que se ofrezcan a los ojos. Tiene valor todo aquello que representa una excelencia sobre el común de las cosas, o nos proporciona alguna ven– taja o utilidad a los hombres. Las calles de nuestras urbes están llenas de escaparates de establecimientos comerciales repletos de mercancías. Ca– da una de ellas ostenta un cartelito con su precio, expresión de su valor en el mercado. No ostenta el mismo precio la etiqueta de un collar con cuentas de vidrio, que la de otro de perlas de ley. Ni una pulsera de hojalata, que un braza– lete de oro y brillantes. Entre los mil valores que encontramos por el mundo, tam– bién podríamos establecer una jerarquía o gradación, puesto que no todos son iguales. Y, como puede haber, y, en efec– to, hay muchas lamentables equivocaciones entre los hom– bres, dando valor excepcional a lo que lo tiene exiguo o no tiene ninguno, y dando poco o ningún valor a lo que lo tie– ne inmenso, vamos en este libro a poner, como quien dice, a cada cosa la etiqueta con su valor y precio, para evitar esos fáciles engaños que pudieran sernos fatales. En el más bajo escalón de esta jerarquía de valores, te– nemos que poner las cosas que pudiéramos llamar mate– riales: El cuerpo, la vida, los sentidos, la salud, la riqueza, los placeres sensibles, las comodidades, el alimento, el ves– tido y el mismo mundo que habitamos.

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