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72 P. DAVID DE LA CALZADA para su causa. Y las que antes fueron piadosas un tanto a la fuerza, ahora son unas mundanas alocadas... No olvidaré nunca la;:; interesantes declaraciones de un capellán de la Compafíía Trasatlántica Espafíola. El nivel de piedad de los emigrantes espafíoles que marchaban a América era excelente. La capilla del barco se llenaba, so– bre todo en la misa del domingo. Apenas quedaba uno sin acudir a ella. Pero cuando el barco emprendía el regreso con aquel otro pufíado de españoles, que ya habían pasado varios afíos en América, y que regresaban a la patria, se palpaba la frialdad religiosa, y los cultos de la capilla esta– ban deslucidos. Aquellos españoles, después de vivir una porción de años fuera de España, hechos ya a aquel am– biente de frialdad religiosa, ya apenas practicaban la pie– dad. Pero esos mismos, luego en España, al contacto con sus familiares y pai:::anos, en su pueblo o ciudad, volvían a entonar un poco su vida religiosa, aunque sólo fuera por respetos humanos y para evitar comentarios desagradables sobre su conducta. Algo muy semejante ha ocurrido y está ocurriendo con los emigrantes españoles a Francia, Suiza y Alemania. En aquel ambiente más materializado, ¡qué fácilmente se con– tagian de frialdad y de indiferentismo! ¡Qué fácilmente abandonan todas sus práctica:, religiosas! Pero casi siem– pre, al regresar, vuelven a entonarse de nuevo, por la in– fluencia del ambiente piadoso de su familia, de su ciudad o de su pueblo. Todo ello es un triste indicio de que no hay una forma– ción religi03a a fondo, de que nuestra norma suprema de conducta es el ambiente, de que somos esclavos abyectos y despreciables de los respetos humanos y de la frivolidad. Mi consejo es éste: Aunque tengas que pasar por el país de los tuertos, no cierres uno de los ojos ... No transijas con el ambiente. Si se ríen de ti, se habrán reído de la perfec– ción. Si tú cierras un ojo, serás imperfecto como ellos. Y, aunque no se rían entonces de ti, habrás cedido a una co– bardía que te avergonzará en lo íntimo de tu conciencia. No has sabido comportarte ni como hombre, ni como cris– tiano ... Expuestas en estos tres últimos capítulos las notas ca– racterísticas de la frivolidad, cabe preguntar aquí: ¿ Qué personas del mundo son más propensas a esta verdadera

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