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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 71 regodean contemplándola en el cieno. En conclusión; por una parte, una vela a Dios, y por otra, para que no se en– fade, otra vela al diablo ... Y la gente iba a ver la película, ¡cómo no!, tranquilizan– do su conciencia con el cuento de que ponía al vicio en la picota; pero en el fondo, con el regusto malsano de ver des– carnadamente el vicio a plena luz y en su caldo gordo. Es increíble la capacidad de adaptación de la frivolidad a los más diversos ambientes; sobre todo si ellos favorecen la vida fácil. Muchas veces he escuchado las confidencias de unos pa– dres, que no salían de su asombro, al ver que a sus hijos les daban sobresaliente en conducta en el colegio, siendo así que en casa eran unos diablillos inaguantables, que no de– jaban en paz ni perro, ni gato, ni persona. Pero la explicación es diáfana. Los niños de hoy saben perfectamente que sus padres son blandos, que no les cas– tigarán ni aunque hagan cien mil diabluras, que se lo aguantarán todo; y los niños, ante esta impunidad per– manente, deciden vivir a sus anchas, aunque traigan al re– tortero a toda la parentela y a todos los inquilinos del bloque... Pero esos niños saben también que en el colegio cambia bastante la cosa. Allí hay disciplina, hay un reglamento y hay unas autoridades empeñadas en hacerlo cumplir. Y saben también, que, si no se amoldan, los amonestan, los castigan y terminan por expulsarlos... Y no les queda más remedio que entrar por el aro y acomodarse a aquel am– biente. Ya se desquitarán cuando vuelvan a casa. También es frecuente el caso de las niñas, dóciles, pia– dosas y buenas en el colegio; pero que en cuanto le abando– nan, se observa que surge en ellas inexplicablemente al pa– recer, el orgullo, el espíritu de independencia, el abandono de la piedad, el contagio de las máximas mundanas de la calle. Ya no sueñan más que con la libertad, los amoríos y las diversiones... La razón también aquí es clara. No se han acostumbra– do a obrar por convicción profunda y responsable. Se adap– taban a la fuerza a la disciplina del ambiente. Pero al abandonar el colegio y salir al mundo, sin el lastre de una formación cristiana a fondo, el mundo fascinador las ganó

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