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62 P. DAVID DE LA CALZADA pública: "Todos los conventos de España no valen lo que la vida de un republicano". Que lo dijera él, ministro de una república atea, no tiene mayor importancia; pero que di– gan y piensen aquello unos estudiantes universitarios de una nación católica, en el mismo acto con que intentan de– fender a su patria, esto resulta una revelación desconcer– tante... Pero, lo mismo que la frivolidad desbarra en la cotiza– ción de los valores, desbarra también lastimosamente al conceptuar los males y las tragedias. Y para la frivolidad tendrá más importancia una peste o epidemia que siegue millares de vidas, que los millones de pecados mortales que a diario se cometen, matando infinidad de almas y ponién– dolas en trance de condenación. Esto, para el mundo, que no ve la tragedia con sus ojos, carece de importancia. Los millones de víctimas aue el automovilismo causa anualmente en cada nación, aparece todos los años en las estadísticas de la prensa como una desgracia nacional. A los millones de almas muertas por el pecado grave y caí– das cada año en el infierno, nadie les da importancia. No se considera la noticia con la suficiente categoría como para preocupar a las agencias y poner en acción los teletipos... Tendríamos que decir a los hombres de nuestro tiempo, esclavos de la frivolidad, aquello del anónimo: "No fabri– quéis tragedias con triquiñuelas, ni matéis mariposas a ca– ñonazos. Tomadlo a broma". En otras palabras; dad a cada cosa el valor que le corres– ponde. Esto es de hombres; lo demás es de histéricos, de payasos o de insensatos. Dios que nos dió los sentidos para movernos sobre la tierra, nos dió otra luz más esplendente, la de la inteligen– cia y la de la fe , para movernos por los senderos de la mo– ralidad, y para rechazar las alucinaciones morbosas pro– vocadas por los sentidos ¡Que no caigamos nunca en aquella tremenda amenaza de Dios por Isaías: "¡Ay de los que llamáis mal al bien, y bien al mal, y to– máis las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, y juzgáis amargo lo dulce y dulce lo amargo" (Isaías V, 20). Hoy se habla mucho de madurez entre los cristianos. Se dice que hemos llegado ya a la edad adulta; que somos más
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