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60 P. DAVID DE LA CALZADA den de los males y tragedias de la humanidad, parapetadas en una cómoda soltería, para poder vivir a su antojo... En contraposición a este criterio condenatorio, el mundo frívolo, como egoísta e interesado, sabrá apreciar perfecta– mente los servicios de las Hijas de la Caridad que atienden a los enfermos en los hospitales, a las Siervas de Jesús y de María que atienden a los enfermos a domicilio, a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que en los asi– los atienden a la ancianidad inválida o desamparada. Esto al mundo le entra por los ojos, le hiere vivamente la imaginación, le excita el entusiasmo y la gratitud. Las llamará a boca llena "bienhechoras de la humanidad", y hasta pedirá a los públicos poderes alguna condecoración oficial para las que más se hayan distinguido o más tiempo hayan dedicado a estos ministerios. Pero este criterio que, a primera vista, parece tan obvio, no deja de ser un criterio groseramente egoísta, materia– lista e interesado. ¿Qué vale más, el servicio directo de Dios, o el servicio directo al hombre? ¿El cuerpo, o el alma? ¿Este mundo, o la eternidad? ¿Cuál es el primero y principal mandamien– to? ¿Amar al prójimo como a nosotros mismos, o, por el con– trario, amar a Dios sobre todas las cosas? Habla Cristo que zanja todas las posibles discusiones: El primero y princi– pal mandamiento es: Amarás al Señor Dios tuyo, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y aña– de: El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo co– mo a ti mismo. Este, según las enseñanzas de Cristo, es el segundo en orden y en importancia. No lo olvidemos. Luego, en contra del criterio general de la frivolidad, tenemos que decir que hay algo más excelente todavía, que cuidar enfermos, huér– fanos o ancianos desamparados; y es, el servir y amar a Dios sobre todas las cosas, que es lo que, por la dedicación plena de su vida, están haciendo en sus conventos las mon– jas de clausura. Sin embargo, el mundo frívolo, consecuente con su cri– terio materialista, seguirá cotizando mucho más alto a una religiosa de vida activa, consagrada a la caridad fraterna con el necesitado, que a la religiosa de vida contemplativa, alejada del mundo para vivir sólo para Dios, pero sin dejar
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