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!í8 P. DAVID I)E LA CALZADA guiando todas sus cosas por su consejo, que es por esta lumbre celestial. Mas en la porción inferior está el apetito sensitivo de que hemos hablado, que nos fue dado para apetecer las co– sas necesarias a la vida y a la conservación de la especie hu– mana; mas esto, por la tasa y orden que por la razón le fuese puesta: así como el despensero, que compra de comer por la orden que le manda su señor. Pues este apetito es la esclava de que hablamos, que por carecer de lumbre de ra– zón, no se hizo para guiar ni mandar, sino para ser guia– da y mandada. Y siendo esto sí, el malaventurado del hombre de tal manera viene a aficionarse y entregarse a los gustos y de– seos de esta mala mujer, que desamparando el consejo de la razón, por quien debiera guiarse, viene a regirse por ella, haciendo cuanto le dice, que es poniendo por obra todos sus malos deseos y apetitos. Porque hombres vemos tan sen– suales, tan desenfrenados y tan entregados a los deseos de su corazón, que casi en todas las cosas como unas bestias le obedecen y siguen, sin tener cuenta con ley de justicia ni de razón. Pues, ¿qué es esto sino entregar todo el gobierno de su vida a la sucia y torpe esclava de la carne, empleándose en todos los juegos y pasatiempos y deleites que ella pide, des– amparando el consejo de la nobilísima y legítima mujer, que es la razón? Y lo que peor y más intolerable es que, no contentos con eso, hacen a esta misma señora que sirva a esta tan mala esclava y que se desvele noche y día inventando y procurando todo lo que conviene para el gusto y contenta– miento de ella. Porque cuando un hombre emplea toda su razón y en– tendimiento en trazar tantas invenciones y maneras de ata– víos, de edificios tan curiosos, de potajes y guisados tan exquisitos, de aderezos de casa, y de tratos y negocios, pa– ra granjear todo lo que para esto se requiere, ¿qué es esto sino desquiciar el ánima de los ejercicios espirituales de su propia nobleza, y hacer que sea esclava, cocinera y despen– sera de quien le fue dada por cautiva? Y cuando un hombre carnal, aficionado a una mujer, para vencer su castidad emplea toda su razón y entendi-

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