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,54 P. DAVID DE LA CALZADA lucionarios franceses, que hablando un día con un campesi– no de Nantes, profundamente cristiano, le decía: -Destruiremos vuestras iglesias; echaremos abajo vues– tras campanas. Pero el buen campesino le replicó: "Las campanas de las iglesias podréis derribarlas qui– zás; pero esas otras campanas de las estrellas, colgadas por Dios en las alturas del firmamento, esas no las podréis de– rribar nunca. Y mientras esas campanas de las estrellas suenen allá arriba, no tendremos más remedio que creer y que rezar... VIL-Nota característica de la frivolidad es también su– pervalorar el testimo,~b de los sentidos y darles más auto– ridad para dirigirnos e ilustrarnos que a la misma inteli– gencia y a la fe. El cristiano, si lo es de verdad, tiene que vivir de la fe. El simple hombre tiene que vivir de la inteligencia. De los sentidos, sólo debieran vivir los animalitos. Pero, desgracia– damente, de los sentidos viven también los degenerados, y otros que caminan hacia la degeneración: Los frívolos. Sin duda que la razón y la fe pueden iluminar la men– te del ser humano, y, mediante esto, elevar de nivel sus juicios y apreciaciones y dignificar su vida. Pero, privados de las orientaciones de la inteligencia y de la fe, lo material se les meterá por los sentidos con fuerza arrolladora en el alma, adquiriendo en su aprecio una desorbitada cotización, que de ninguna manera le pertenece. Lo espiritual no se ve, ni se toca, ni se come, ni nos pro– porciona ningún placer o satisfacción sensibles. En cam– bio, lo material se ve, se toca, o se come, proporcionándo– nos algún placer o satisfacción a los sentidos. Y, compene– trados con este criterio materialista que los sentidos nos infunden, llegamos casi a creer que todo lo espiritual es un cuento; que sólo existe lo sensible Y caemos de rodillas ante la materia, convertida en ídolo de nuestro corazón. Al rico necio del Evangelio le creó un verdadero con– flicto una cosecha excepcional que un año se le metió por las puertas. "¿ Qué haré, pues mis graneros son insuficien– tes para recoger en ellos todos los frutos de mis labrantíos?" Pero la duda duró poco tiempo. Y se dijo: Ya sé lo que haré. Derribaré esos graneros insuficientes, construiré otros

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