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48 P. DAVID DE LA CALZADA precedido, nos muestran de bulto este hecho que la expe– riencia cuida de confirmar; se ha discurrido y disputado in– mensamente sobre la religión; las bibliotecas están ates– tadas de obras relativas a ella, y hasta en nuestros días la prensa va dando otras a luz en número bien crecido. Cuando, pues, viene el indiferente y dice: "Todo esto no merece la pena de ser examinado; yo juzgo sin oír, es– tos sabios son todos unos mentecatos, estos legisladores unos necios, la humanidad entera es una miserable ilusa, todos pierden lastimosamente el tiempo en cuestiones que nada importan". ¡no es digno de que esa humanidad y esos sa– bios y esos legisladores se levanten contra él, arrojen sobre su frente el borrón que él les ha echado y le digan a su vez: "¿Quién eres tú que así nos insultas, que así despre– cias los sentimientos más íntimos del corazón y todas las tradiciones de la humanidad, que así declaras frívolo lo que en toda la redondez de la tierra se reputa grave e impor– tante? ¿Quién eres tú? ¿Has descubierto, por ventura, el secreto de no morir? Miserable montón de polvo, ¿olvidas que muy pronto te dispersará el viento? Débil criatura, ¿cuentas acaso con medios para cambiar tu destino en esa región que desconoces? ¿La dicha y la desdicha son para ti indiferentes? Si existe ese juez de quien no quieres ocu– parte, ¿esperas que se dará por satisfecho, si al llamarte a juicio le respondes: ¿ Y a mí qué me importaban vuestros mandatos y vuestra misma existencia? Antes de desatar tu lengua con tan insensatos discursos, date una mirada a ti mismo, piensa en esa débil organiza– ción que el más leve accidente es capaz de trastornar y que brevísimo tiempo ha de bastar a consumir, y entonces, sién– tate sobre una tumba, recógete y medita... " ("Criterio", cap. XXI, párr. 11). Después de leer estas palabras del inmortal filósofo, ¿qué podríamos añadir para mayor aclaración del asunto? Yo creo que una preocupación que ha alcanzado a todos los pueblos y a todos los siglos de la historia, merece te– nerse en cuenta y examinarse a fondo. No es de creer que todos los hombres que han pasado por el mundo fueran unos mentecatos, y menos que nadie tuviera un mínimo de sentido común hasta que nosotros hemos llegado a la vida. Si queda en los hombres de hoy, aparte del legítimo or-
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