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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 45 c1on determinada, no ya tanto de que le oyera aquel ciego a quien había devuelto la vista y que ya estaba convenci– do, cuanto de que le oyera un grupo de fariseos que ob– servaban la escena: "Yo he venido al mundo para un jui– cio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuel– van ciegos". Los fariseos presentes, le dijeron con un tono de indig– nación, sintiéndose aludidos: "¿ Conque nosotros somos también ciegos?" Jesús les contestó con firmeza: "Si fue– rais ciegos, no tendríais pecado; pero decís: Nosotros ve– rnos, y vuestro pecado es más permanente". (Juan, IX). Estas últimas palabras de Jesús a los fariseos, tienen un alcance universal para todos los cristianos. En efecto; el que es ciego, no tiene responsabilidad por no ver. Y el que no ha recibido la luz de la fe, no tiene responsabili– dad por caminar a oscuras de sus fulgores. Pero aquel que ha recibido la luz de la fe, y voluntariamente vive al mar– de ella, prescindiendo de ella, comete un gravísimo peca– do y es perfectamente responsable ante Dios de esa ce– guera voluntaria... "Tienen ojos, y no ven"... Y sobre to– dos caen como un latigazo las palabras de Jesús a los fa– riseos: ""Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero de– cís: "Nosotros vemos", y vuestro pecado es más perma– nente". IV.-Pero el frívolo no solamente prescinde de las lu– ces de la fe; en el desarrollo de su vida práctica prescinde también muchas veces de la razón y de su ejercicio que es la reflexión. "La razón, -nos dice Balmes-, es un monarca conde– nada a luchar de continuo contra las pasiones sublevadas; pero Dios la ha provisto de lo necesario para pelear y vencer. Lucha terrible, lucha penosa, lucha llena de azares y peligros, mas, por lo mismo, tanto más digna de ser aru;ia– da por las almas generosas. En vano se intenta en nuestro siglo proclamar la omni– potencia de las pasiones y lo irresistible de su fuerza para triunfar de la razón; el alma humana, sublime destello de la Divinidad, no ha sido abandonada por su Hacedor. No hay fuerzas que basten para apagar la antorcha de la moral ni en el individuo ni en la sociedad: en el individuo sobre– vive a todos los crímenes; en la sociedad resplandece aún
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