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44 l?. DAVID DE LA CALZADA mi casa de campo, allí tengo al capellán que atiende a mis colonos. Bonitos cálculos para seguir viviendo a sus anchas, en la confianza de poder robar el cielo en la última hora. Pero, ¿qué ocurrió? Que un día le sobrevino un acci– dente cuando en su coche de caballos marchaba de la ciu– dad a la finca, y, como no se había preocupado de colocar un tercer sacerdote en la mitad del camino, por lo que pu– diera ocurrir, allí murió como un perro entre la casa de la finca y la casa de la ciudad... El evangelista San Juan nos narra un episodio en el que Cristo pone de manifiesto la gran responsabilidad de los que, teniendo fe, obran como si no la tuvieran, y, pre– sumiendo de vista, viven en el terreno moral como si les faltaran los ojos. Jesús había curado con un milagro al ciego de naci– miento. Los fariseos se enteran, y reclaman al muchacho curado para someterlo a un minucioso interrogatorio sobre su curación. Los fariseos se obstinan en no reconocer a Je– sús como profeta y enviado de Dios. Pero las valientes de– claraciones del muchacho curado, que ya no veía solamente con los ojos de la cara, sino también, y aún mejor, con los del alma, acabaron con la paciencia de aquellos obsti– nados fariseos, que le expulsaron de la sinagoga como si hubiera pronunciado una blasfemia. Ellos, los doctores de la Ley, no podían tolerar que aquel ignorante gusarapo les diera una lección de cordura, presentándoles a Jesús como un hombre de Dios y a quien Dios oye hasta el lí– mite de conferirle el poder de hacer milagros... Pero es sumamente curioso lo que ahora viene. Sabe– dor Jesús de que al ciego por El curado lo habían arroja– do de la sinagoga, un día, al encontrarse con él por la ca– lle, le dice: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" El ciego curado le contesta con otra pregunta, para po– der aventurar su respuesta definitiva: "¿ Quién es Señor, para que crea en El?" Y Jesús le contesta, sin duda acompañando su palabra con una benévola sonrisa: "Le estás viendo, es el que ha– bla contigo". Y el ciego le contestó: "Creo, Señor". Y se postró an– te El. Y Jesús reanuda entonces el diálogo, quizá con inten-

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