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42. P. DAVID DE LA CALZADA El elefante marchó del pueblo, y luego v1meron los co– mentarios descriptivos más dispares. Para uno de los ciegos, el elefante era un tubo elástico que ondeaba en el aire. Pa– ra otro, una gran pared, palpitante y rugosa. Para un ter– cero, una gran bola carno;'.a que azotaba el aire con fuer?.L Y el último de los investigadores desmintió a todos los de– más, diciendo que se trataba de una montaña en movi– miento. No se ponían de acuerdo, y los que no lograron acercar– se al animal, aburridos de tantas opiniones, se fueron a dor– mir, sin llegar a enterarse de cómo era un elefante. La enseñanza es clara. Si quiere uno enterarse bien de una cosa y conocerla a fondo, hay que enfocar la atención con fijeza, no sólo en una parte determinada, sino también en el conjunto. Cultivemos la especialidad; pero no dejemos de tener ideas generales que nos aclaren la noción de las cosas más importantes que debe saber todo hombre que se mueve por el mundo. Y, no hay que decir que, sobre todo, sobre las cosas espirituales que tienen algo que ver con la eternidad. III.-La frivolidad, al enjuiciar las cosas y los proble– mas, prescinde en absoluto de la revelación, no tiene en cuenta las verdades de la fe, se porta como si Dios no hu– biera hablado jamás a los hombres para enseñarles algo muy esencial que, sin El, no hubieran sabido nunca. No es que el frívolo niegue las verdades de la fe, sino que las margina; no las tiene en cuenta a la hora de emitir sus juicios y formular sus apreciaciones. En la práctica piensa y estima como si no existiera la revelación o él fue– ra un descreído. No dando la debida atención a las verdades reveladas, con las que Dios quiso iluminar muchos misterios y enig– mas de nuestra vida, no se puede adquirir ese recto juicio y criterio cristiano que ve las cosas como son. Y la consecuen cía inevitable es caer en un ángulo de visión puramente humano, que dé paso a un grosero materialismo de la vida... Fe muerta; no viva, iluminadora y operante. Se vive prácticamente como si no existieran ni Dios, ni el más allá. Como si no hubiera leyes, deberes y obligaciones caí– das de lo alto ...

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