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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 27 Hasta el hombre más ignorante del mundo, al iniciar un viaje, sabe de donde parte y hacia donde va, y procura opor– tunamente enterarse de los medios de locomoción que le han de llevar a su destino. Pero, en este gran viaje de la vida a la eternidad, lleno de peligros y de responsabilidades inmensas, el viaje más importante que jamás podamos emprender, encontraréis a infinitos hombres que no saben de donde vienen, ni por donde caminan, ni hacia donde van. Y, en consecuencia, no pueden conocer tampoco los medios adecuados que puedan conducirles a ese fin o destino que no conocen... ¿ Qué ha– cen esos inocentes? Sencillamente, vivir; por no decir, ve– getar, u otra cosa peor, indigna de los seres racionales y más indigna de los cristianos. El hombre que piensa, vive. Pero Sócrates afirmó que el hornbre que no piensa m:n que ea vivir, no vive; vegeta a su antojo... En otras palabras, está muerto para la vida del espíritu... Lo lógico y natural sería que un cristiano viera y juz– gara las cosas bajo la luz de la fe, según las enseñanzas del Evangelio, tomando por maestro a Cristo, Verdad Eterna, que no puede engañarse ni engañarnos. Entonces, el cristiano disfrutaría de la verdadera y au– téntica visión de las cosas, y, en consecuencia, daría impor– tancia a las in1portancia a las que no tuvieran importancia ninguna... Esto sería sensatez y jus– ticia. A cada hombre lo suyo, y a cada cosa su mérito o de– mérito. Pero, lo lamentable sobre toda ponderación es que la mayor parte de los cristianos, en el enfoque de las cosas y de los problemas, prescinden en absoluto de las enseñanzas de la fe; prescinden hasta de la ayuda de la inteligencia y la reflexión . Desprecian en absoluto esas luces que Dios nos ha proporcionado para que iluminen nuestros pasos en esta noche oscura y llena de peligros que es nuestra vida... Y se lanzan temerariamente en las tinieblas, como un au– tomóvil en la noche a todo motor y con los faros apagados, pudiendo precipitarse de un momento a otro en el abismo... ¿ Quién guía a esos i,1sensatos? Tienen sus consejeros, en los que han depositado toda su confianza... Los han elegi– do ellos libremente. Y mirad a quiénes han ido a elegir. Rechazadas la fe, la razón y la reflexión, se atienen ciega-

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