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EPILOGO San Pedro de Alcántara, campeón de la penitencia, dedicó preferentemente su apostolado a la Diócesis de Coria, en la que él había nacido. El efecto de sus predicaciones fue asombroso. Y después de evangelizar a gran número de pueblos de la Diócesis, su obispo, don Diego Enriquez de Almansa, exclamó alborozado: -"¡Ya se acabaron los pecados en Coria!. .. ¡Ya se ha san– tificado mi Diócesis!. .." He terminado mi libro y lo voy a mandar por el mundo a pre– gonar mi mensaje, que es el de Cristo. Lo leerán muchos, o lo leerán pocos. Sería petulancia repelente en mí creer que, con es– ta humildísima publicación, voy a lograr cambiar de rumbo a la humanidad. Que los pecadores se van a convertir. Que en ade– lante todos van a ser buenos cristianos. Que todos los prendidos en las redes de la frivolidad van a quedar libres de su esclavi– tud. Que todos los hombres desquiciados van a sentar la cabeza y van a vivir en adelante una vida honesta y digna... Sería un pobre iluso digno de compasión. Lo comprendo. Se– ría pedir demasiado... Me contentaré con menos. Con que sean unos pocos... ¡Quizá llegara a conformarse con que fuera uno! ... Los buenos padres de familia procuran educar esmerada– mente a sus hijos, en el mejor deseo de que sean luego unos bue– nos cristianos, que puedan salvarse, y unos perfectos caballeros, honra de la familia. Pero, tristemente, Y, a pesar de todo, con frecuencia les sale alguno refractario a toda educación. Los buenos consejos y los excelentes ejemplos de virtud rebotan en él, como en piedra de granito. Y se entrega a una vida depravada, o se abandona en los brazos de la frivolidad y disipación, no pensando en nada serio y, como se dice ahora, "viviendo a lo loco". Los padres, desilusionados ante el fracaso de sus desvelos, suelen decir con amargura en el alma: -Pero este hijo nuestro, ¿cuándo va a sentar la cabeza? Todos los sacerdotes y predicadores, padres espirituales de las almas, venimos a decir casi lo mismo, ante los fracasos de nuestros desvelos apostólicos:

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