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:wo P. DAVIJ> DE LA CALZAJ>A El autobús de línea es muy diferente. Se ha propuesto un ideal que entraña un quehacer, que él cumplirá a la le– tra. Y sale todos los días, a una hora fija, por una carretera determinada, y recorriendo también una determinada can– tidad de kilómetros. En el turismo se observa una caprichosa informalidad. Y es símbolo de las almas frívolas que, en el cumplimien– to de su deber, hoy quieren, y mañana no quieren. Hoy son capaces de tragarse mil kilómetros, y mañana no dan golpe. En el autobús de línea todo es diferente. Hay constan– cia, seriedad, fidelidad inquebrantable a una ruta que se ha marcado previamente en todos sus pormenores. Y es el símbolo del alma enamorada de un noble ideal, al que no se hará traición por nada del mundo. ¡Ideal! Bandera llevada contra el viento y con robustas manos mantenida en alto. El aire quiere derribarla y agita el lienzo que se agarra tenaz al asta; pero continúa adelan– te en los brazos robustos del abanderado... ¡Ideal! Blanco cirio encendido sobre el altar, que se con– sume lentamente, pero en postura de firme ante el Señor... La fidelidad al ideal exige esfuerzo, constancia. Nos– otros nos cansaríamos pronto. Esa terrible y prolongada mo– notonía en el cumplimiento del diario deber, acabaría descorazonándonos, y terminaríamos por echarlo todo a ro– dar. En esta empresa magnánima y hasta heroica, necesi– tamos la ayuda de Dios para no desfallecer. Necesitamos que la gracia dé temple a nuestros corazones, para no caer jamás en el oprobio de arriar la bandera de nuestro ideal. Necesitamos todo eso para combatir el cansancio, la pe– reza, el mundo murmurador y hasta la persecución enco– nada. Pero hay que poner al servicio de la gracia divina, todos los arrestos de nuestra voluntad, y todo será posible. Por las hojas de los calendarios andan unos versos me– diocres, pero que encierran una profunda verdad: "Si supieras querer, podrías mucho más; no sabe lo que dice, quien dice no poder. Dí "quiero" con firmeza, y prodigios verás: obrarías mejor, si supieras querer". Pero uno de los más bellos símiles de la cristiana for– taleza al servicio de un ideal, lo he encontrado en una be-

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