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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 299 que se eleva unos metros en el aire buscando el azul, y lue– go la inercia lo abate y lo hace caer de nuevo. Debe ser como uno de esos otros poderosos cohetes que la técnica lanza a los espacios, con tanto vigor en su seno que, vencedor del cansancio y de las distancias infinitas, no se detiene hasta posarse en la superficie de nuestro pla– neta... El Salmista, enamorado del sublime ideal del divino ser– vicio, clama con exaltación jubilosa en su Salmo 118: "Correré por el camino de tus mandamientos, y tú en– sancharás mi corazón. Instrúyeme, ¡oh Yavé!, en el camino de tus mandatos, para que del todo los cumpla. Dame entendimiento para que guarde tu ley, y la cum– pla con todo el corazón. Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, que es mi deleite". (32-36). Cuando el hombre se contagia de ese sublime ideal, es cuando se cumple aquello del poeta: "Entonces toca el alma lo profundo del alto amor sin nombre, y quisiera que un templo fuera el mundo y un sacerdote el hombre". (Gabriel y Galán). Mas, a pesar de todo, el permanecer fieles a ese ideal sublime y no declinar en el divino servicio, es costoso en extremo; en ocasiones diríamos que heroico. Se necesita una firmeza a toda prueba. Firmeza contra la pereza. Fir– meza contra el cansancio. Firmeza contra el ambiente del mundo y las influencias del qué dirán. Firmeza contra la persecución descarada que, en ocasiones, pudiera llegar a perjudicar nuestros mismos intereses materiales. Es muy diferente el comportamiento del automóvil de turismo de un particular cualquiera, que el de un autobús de línea. El turismo sale cuando quiere, sale por la carretera que quiere y rueda los kilómetros que le dé la gana. Un día se engulle quinientos kilómetros de carretera. Y quizá luego permanece encerrado en el garaje un par de semanas. Pa– rece que para él no hay más ley que el capricho.

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