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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 291 En este peregrinar hacia Dios, el espíritu seráfico, co– mo dejamos constancia en su lugar, ve a las criaturas ten– diéndonos la mano, no para alejarnos de nuestro fin, sino para conducirnos a él, para llevarnos a los brazos del Padre. Las criaturas parecen decirnos: "Fuimos creadas por Dios para servirte a ti y llevarte de la mano hacia El. Tu gratitud y tu amor deben ser para Dios, que nos ha creado a nosotras para tu utilidad. En nos– otras resplandece su bondad y su providencia para contigo". A un guía que, con sus consejos y orientaciones, nos ayudara a llegar felizmente a nuestro destino, tendríamos que amarle y agradecerle los servicios prestados. Nosotros estamos haciendo una travesía sumamente pe– ligrosa por el mundo. De ella depende nuestra eterna feli– cidad o nuestra eterna desventura... A un guía sin conciencia que, en vez de aconsejarnos y orientarnos con honradez, para llegar felizmente a los bra– zos de nuestro Padre del cielo, nos detuviera en el camino para contarnos chistes intranscendentes, jugar en la prade– ra, contemplar el paisaje o cazar mariposas, a ese habría que rechazarle por inútil y pernicioso. Habría que buscar una honrada información en otro más serio. Una tablilla al borde de una carretera, me debe tener sin cuidado. Pero si me consta que esa tablilla me señala la verdadera dirección que me conducirá a mi destino, debo aceptarla y estar agradecido al que allí la puso. Pero si sé que aquel indicador es falso, puesto allí por el enemigo pa– ra desorientarme y perderme, y así hacer fracasar mi via– je, debo despreciarlo y rechazarlo. Esta ha de ser nuestra conducta, como ya se dij o lar– gamente en otra parte, frente a los hombres y las cosas que puedan ayudarnos o impedirnos nuestro caminar hacia Dios. La elección del plan de vida que debemos seguir, es, como decía el P. Granada, el mayor negocio y el de más responsabilidad que se puede tratar bajo el cielo. Oriente– mos debidamente nuestra vida por los caminos de la santa Ley de Dios, y aseguremos el éxito en la eternidad. Evite– mos, a toda costa, el encontrarnos un día entre los fraca– sados, que eternamente estén repitiendo la triste cantinela de los impíos de que nos habla el libro de la Sabiduría:

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