BCCCAP00000000000000000000519

290 P. DAVID DE LA CALZADA nen importancia. Lo ve cualquiera. Pero, afortunadamente, todavía estamos a tiempo para solucionarlo. El humo leve que se desprende de la punta del cigarri– llo, tiende a elevarse hacia las alturas. Pero basta una sua– ve ráfaga de viento para cambiar su rumbo y esparcirlo en todas las direcciones. La llama del cirio que arde sobre el altar, tiende tam– bién hacia arriba. Pero se abre una puerta, se establece un poco de corriente, y la llama oscila atormentada de una par– te a otra. Me imagino, sin verlo, que el suave aroma que se des– prende de las flores debe tender también hacia arriba. Pero sopla un poco de aire, y lo derrama en la atmósfera, frus– trando así su destino de elevación. Los hombres somos creados por Dios y para Dios. Por eso sentimos también nosotros en lo más hondo de nuestro ser, una tendencia hacia las alturas, un anhelo de Dios, una nostalgia de la Patria celestial. Pero soplan los vientos del mundo cargados de pasión, irrumpen en el alma los bajos apetitos de nuestra viciada naturaleza, y nuestros impulsos ascensionales se ven con– trariados, y nos sentimos arrastrados, primero hacia la fri– volidad, y más tarde a la frustración de nuestros eternos destinos. El P. Granada nos ofrece unas muy sensatas reflexio– nes en la introducción a su obra inmortal "Guía de peca– dores": "Acuérdate que entre todas las cosas humanas, ninguna hay que con mayor a~uerdo se deba tratar, ninguna sobre que más tiempo convenga velar, f1Ue es sobre la elección de vida que debemos seguir. Porque, si en este punto se acierta, todo lo demás es acertado, y, por el contrario, si se yerra, casi todo lo demá3 id errado. De manera que todos los otros acertamientos y yerros son particulares; mas este sólo es general, q_ue los comprende a todos... De manera que debajo del cielo no se puede tratar ne– gocio mayor que este, ni más propio del hombre, ni en que más le vaya, pues aquí no va hacienda, ni honra, sino la vi– da del alma y la gloria perdurable". Las palabras del clásico castellano son una elocuente llamad'.1 a la sensatez y a la cordura. ¡Dios quiera que nos– otros no las dejemos caer en el vacío!

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz