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CAPITULO XXV DESTINO: DIOS Es muy posible que algunos de mis lectores hayan di– cho para sí, al leer en esta obra tantas citas del poeta cha– rro Gabriel y Galán: ¿Es que el autor no conoce más poe– tas que este? Contestación: El autor ha sido bastante aficionado a la poesía, y conoce muchísimos poetas. Lo que ocurre es que, en el fondo, su libro es profundamente religioso. Y ocurre también que entre los poetas, pocos tan reciamente religio– sos como este, y pocos o ninguno que hayan comprendido tan bien la sencilla y honda religiosidad del pueblo de Es– paña, y la hayan cantado con palabras tan diáfanas y tan al alcance del pueblo llano. Es la religiosidad sin los requilorios ni sutilezas de teó– logos de nuevo cuño, que pretenden haber descubierto el cristianismo auténtico después del último Concilio. ¡Corno si no lo hubiera vivido nadie hasta ahora en los veinte si– glos de historia cristiana! ¡Oh, esas viejecitas sencillas y rezadoras, pero buenas, corno oro de ley, que tantas veces hemos catalogado, quizá con un poco de desprecio, entre la "secta de la beatería"! ¡Qué sorpresas van a dar en el más allá a muchos teólogos y doctores, que las tachaban de ignorantes y faltas de la más elemental formación!... ¡Ellas, las ignorantes, quizá entre los grandes del reino de los cielos! ¡Ellos, los teólo– gos de la renovación y del "aggiornamento" ... , ya veremos dónde! ... Todo este preámbulo, no sé si impertinente, es para jus– tificar una nueva cita del poeta, en la que refleja toda la sana religiosidad de nuestro pueblo, levantando en sus campos una ermita al Señor y rindiéndole fervoroso culto en la imagen de un antiguo crucifijo. Entre los encinares grises de una de las dehesas salman– tinas, se yergue la ermita del Santísimo Cristo de Cabrera. En torno a la venerada imagen se celebra anualmente una famosa romería, a la que concurren miles y miles de fieles de toda la región.
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