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281 P. DAVID l>li: LA CALZADA po de runos y niñas a la salida de los colegios, y fue pre– guntando a cada uno el motivo por el que se consideraba más obligado a dar gracias a Dios. Las respuestas de los niños fueron todas sinceras, simpáticas; algunas hasta poé– ticas, y otras francamente impresionantes. Una de las niñas, que sólo contaba doce años, declaró que su mayor motivo de agradecimiento a Dios, era que le daba vida, salud y fuerzas para ir al colegio. Así podría ca– pacitarse para conquistar un buen puesto de trabajo y, con su sueldo, ayudar el día de mañana a su madre, que era viuda de guerra, y vivía estrechamente, merced a una es– casa pensión. ¡Emocionante el caso de la niña de doce años! ¡Cora– zón de oro, de los que todavía, (cada vez menos), se en– cuentran por el mundo! Imagínate, lector amado, que aquí en España celebrá– ramos, como en los Estados Unidos, el gran "Día de Acción de Gracias". E imagínate que por la calle te abordara de pronto el reportero de un periódico o emisora, poniéndote un micrófono a dos centímetros de la nariz. Quedarías sor– prendido por el momento. "¿ Qué es lo que se quiere de mí? --pensarías. Muy poco; unas sencillas declaraciones. Pero unas declaraciones, claro está, que al ser grabadas en cin– ta magnetofónica, ni tú mismo te imaginas adónde pueden ir a parar y qué oídos pueden escucharlas. La cosa es un tanto seria. Hay que pensar bien lo que se dice. Y el reportero comienza su interrogatorio: "¿ Cuál es, a su entender, el mayor motivo que encuen– tra en su vida para dar gracias a Dios?" Ignoro lo que tú contestarías a esta pregunta. Los san– tos, y nuestros cristianos de antes, tenían frecuentemente en los labios esta bella oración: "¡Gracias, Dios mío, por– que me habéis criado, redimido, hecho cristiano y conser– vado hasta ahora!" Yo quisiera que todos los días del año fueran para nos– otros el "Día de Acción de Gracias". Puesto que los bene– ficios de Dios son permanentes y los recibimos a toda ho– ra y en todo momento, siempre debiéramos tener la divina alabanza en los labios y la gratitud en el corazón. La gra– titud es uno de los más nobles sentimientos que puede al– bergar en su alma el ser humano... Y aun situándonos en el campo del interés, el sentimiento de gratitud para con
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