BCCCAP00000000000000000000519

R.ADIOGRAFU DE LA FRIVOLIDAD 271 de hallaremos otro? Si a El enojamos, ¿a qué otro podre– mos huir, y quién nos librará de sus manos? Y si tenemos necesidad, ¿qué otro habrá que nos ayude? El mismo dice por el profeta Oseas: "No sabrás de otro dios fuera de Mí, y no hay otro salvador sino Yo". ¡Cuánta necesidad tenemos de este Dios Omnipotente, pues es El solo! Si un rey de la tierra se enoja contrci uno, hay otro rei– no al que se pueda huir, y otro:, rc7es que le puedan favo– recer. Pero, ¿dónde se hallará un mundo que esté exento de la jurisdicción divina? ¿Dónde se hallará otro dios que ampare al pecador? Si el sustento de todos los hombres del mundo sólo lo diera un árbol, ¡qué cuidado se tuviera de que nadie lo cor– tara! ¡Qué guardado y cultivado estuviera de todos! Y, así como hay muchas fuentes y ríos, no hubiese sino una sola fuente, ¡cómo procuraran todos conservarla! Pues no hay sino sólo un Dios que pueda hartar y sa– tisfacer nuestro corazón; no hay sino un Señor Omnipoten– te que nos sustente, procuremos conservarnos en su amis– tad y gracia, pues de El tenemos en todo necesidad". III.-De estas palabras del gran escritor deducimos que, si Dios es absolutamente necesario para la supervivencia del hombre, es también absolutamente necesario para su felicidad. No puede haber felicidad completa fuera de Dios. Es demasiado grande el hombre para que pueda encontrar su felicidad en las cosas terrenas y caducas. Los senos an– churosos del humano corazón, sólo pueden llenarse con la posesión de Dios. Una vez más se hace preciso traer a cuen– to la célebre frase de San Agustín: "Nos hiciste, Señor, pa– ra Ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti". Un animalito del bosque puede sentirse feliz con un abuntante pienso de bellotas. Un pajarillo aprisionado, puede sentirse feliz escapándose de la jaula y cantando su libertad en el espacio inundado de sol. El hambre de felici– dad que siente el hombre en lo más hondo de su ser es tan inmensa, que no se puede calmar con toda la gloria, el oro y los placeres del mundo. La misma magnitud de nuestra hambre, pregona nuestra grandeza. Un elefente no puede satisfacerse con un grano de alpiste.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz