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CAPITULO XXIV NUESTRA FELICIDAD SOLO EN DIOS I.-El hombre es más grande que toda la creación visi– ble. Es el rey de esa creación. No es el tamaño material el que da grandeza auténti– ca, porque entonces tendríamos que decir que son más grandes las montañas, los océanos, los astros y bastantes animales. Es la excelencia de los dones que Dios puso en el hombre, lo que le encumbra por cima de toda la crea– ción visible. El cuerpo y sus sentidos, el alma espiritual y sus poten– cias, memoria, entendimiento y voluntad, la nobleza de nuestro eterno destino; esto es lo que da al hombre un va– lor inconmensurable por cima de todo lo que ven nues– tros ojos. Gabriel y Galán, santamente orgulloso de su grandeza, se enfrenta nada menos que con una montaña. El poeta es diminuto; la montaña levanta ante él su mole inmensa y esconde su cima en las nubes. Sin embargo, mirad lo que el poeta le dice: "Eres grande, ¡oh montaña!, y rica con espléndida riqueza; tienes oro en la entrafía y corona de plata en la cabeza... ¡Pero yo soy más grande! ¡Yo más fuerte! ¡Yo más rico que tú! ... ¡Yo he de vencerte! No en la entrafía metales brilladores, ni en la frente coronas temporales: ¡tengo en el corazón fragua de amores!, ¡tengo en la frente fragua de ideales! ¿Y qué volcán tuviste tan ardiente como el humano corazón que ama? ¿Ni qué encendida llama radiará luz tan pura y esplendente como ésta que mi espíritu derrama?
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