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lUDIOGRAFÍA Dlil LA FRIVOLIDAD 275 Que nuestras palabras y nuestros ejemplos en el mejor sen– tido cristiano, sean también para ellos luz y alimento con– fortantes que lleven la salud a sus almas. El año 1964 escribía en "A E C" de Madrid la célebre escritora Isabel Flores de Lemus: "España aún es diferente... Por eso vienen a ella los turistas". Como escribía no hace mucho tiempo Rof Car– ballo: "Naturalmente nuestras bellezas artísticas y natura– les, nuestro sol, explican la afluencia de muchos de nues– tros visitantes. Pero no de todos. Algunos hay, quizá más de los que pensamos, que vienen a España con una espe– ranza secreta: La de curarse de esa enfermedad colectiva de la civilización, cuyos síntomas empiezan a percibir en ellos angustiosamente: El tedio maligno... Pues si el tedio maligno se enseñorea de España, de poco va a servir lo que hagamos por retener a nuestros visitantes, ni los precios bajos, ni la polícroma propaganda ... " Y comenta la periodista: "Es halagador que la estadística del año 1946 diera un total de 74.680 visitantes a España, y que en este año 1964 nos cerciore de que son trece millones de turistas los que llegan. Son beneficiosas para nuestra economía las divisas que siembran... Pero eso no le debe bastar a España. Es– paña tiene una palabra que decir y un ejemplo que dar pa– ra que esos millones de visitantes se lleven, no sólo imá– genes bellas en su retina, (escenas folklóricas en sus cá– maras), y sol en sus cuerpos bronceados ... Han de ir cura– dos, los que enfermos estén, de ese tedio maligno que, en definitiva, no es sino ausencia de Dios ... Y han de ir sacia– dos aquellos que, aun sin saberlo, han venido sedientos de espiritualidad... " El año 1970 fueron, no trece, sino veinticuatro millones los extranjeros que nos visitaron. Y las perspectivas pro– meten aún una superación en el futuro. "La mies es mu– cha", -que diría Cristo. Que seamos operarios de aposto– lado entre ellos todos los españoles, para que Cristo que nos los confía no pueda decir con dolor: "Y los operarios pocos". Finalizamos el capítulo con una receta excelente para todos. Ella nos curará radicalmente de toda frivolidad. Es !.a que un santo religioso daba a un joven que le pedía un consejo:

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