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22 P. DAVID DE LA CALZADA teligencia vacaciones perpetuas, o mejor, una jubilación deshonrosa y sin sueldo. He leído un minuto de filosofía, en el que se pretende descubrir al frívolo hasta por el modo de andar. Dice así: "Los pesimistas andan a pasitos precipitados; también an– dan así los frívolos y los intelectuales". Pero he de aclv¿rtir :-c mis lectores, que mi intención principal en este libro es referirme a la frivolidad, tan só– lo en el campo espiritual y religioso. Esta es la frivolidad que deploro de corazón e intento combatir en los cristia– nos, por ser la más triste, la más trágica y de más lamen– tables consecuencias. Sin duda que era e:;ta la frivolidad, a la que aludía Pío XI en estas palabras memorables, que a mí me marti– llean el oído y el alma como una obsesión: "La más grave enfermedad que aflige a nuestra época, y fuente fecunda de los males que lamenta toda persona sensata, es la ligereza e irreflexión, que lleva extraviados a los hombres". Leídas y ponderadas estas palabras del Papa, sobran todos los comentarios. Ellas solas ponen suficientemente de relieve la gran tragedia que denuncian. Es sumamente triste que, esclavos de la frivolidad, e idiotizados por ella, no seamos capaces de despertar de ese sueño fatídico, ni con el clarinazo de estas palabras del augusto Pastor de la Iglesia. Lo que el Papa no ha conseguido, seguiremos intentán– dolo nosotros, los sacerdotes, co:;_no es nuestro deber. Con nuestra predicación y apostolado incesantes, procuraremos despertar al mundo de este letargo, que puede originar su eterna ruina. También yo lo pretendo con este humilde libro que hoy cae en tus manos. Que él sea para ti como una voz de alar– ma en este peligro que te acecha. También como una ob– sesión, están reso:1anclo en mis ofrlos y en rni co:iciencia aquellas pabbras de San. Pablo a s:1 discípulo Timoteo, y que parecen escritas c:::actameate pr,ra nuestra época: "Pre– dica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doctrina; porque vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina, an– tes, deseosos de novedades, se amontonarán maestros con– forme a sus pasiones y apartarán los oídos de la verdad pa-
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