BCCCAP00000000000000000000519
RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 273 están siempre clavados en él, en todo momento, en todo lugar, pueda ser frívolo y vano? A San Francisco de Sales le observaban por el agujero de la cerradura de la puerta de su habitación, para ver si en la intimidad era tan modesto y digno como en sus rela– ciones sociales. Y los curiosos observadores declararon que no había diferencia alguna en su compostura externa: Tan modesto y digno en la intimidad, como en sociedad. Es que el santo sabía bien que no estaba nunca solo. Adivinaba los ojos divinos rnbre él, y esto era más que suficiente para mantenerle en ar¡uella postura habitual de reverente mo– destia. El P. Rivadeneira escribe de San Pedro de Alcántara: "En todas partes miraba a Dios presente como si le vie– ra con los ojos del cuerpo, y de aquí le nacía tener siempre descubierta la cabeza. Pornue decía que los que están de– lante de los reyes. están descubiertos. y así lo estaba él delante de su Rey". La receta tendrá tambif:n su eficacia enorme para ti, lector amado. Piensa que nunca estás solo. Que no hay ti– nieblas, ni muros, ni di,;tancias que te aparten de Dios. Dios te ve a toda hora y en todo lugar. De día y de noche. Solo y acompañado. En casa, en la calle, en la oficina, en la igle– sia, en el teatro, en el bar, en el club ... La semioscuridad de esos lugares ambiguos, no es obstáculo pa::-a los ojos de Dios ... Eres algo tan importante, que Dios no aparta un mo– mento sus ojos de ti... ¡Ni siquiera cuando pecas!... ¡Ni siquiera cuando haces aquello que de ningún modo te atre– verías a hacer delante de tus mismos amigos! ... Si pensaras en esto, ¿sería posible que cometieras el pe– cado? Pensando en los ojos de Dios que te miran, ¿sería posible la frivolidad alocada? El remedio está al alcance de tu mano. Pero hay que decidirse y hacer uso de él. De lo contrario, el remedio no te serviría para nada. VIII.-A veces no somos nosotros, sino Dios quien quie– re poner remedio decisivo a nuestra frivolidad. Y para con– seguirlo a toda costa, cuenta con ese maravilloso aliado que es EL DOLOR; llámese enfermedad, bancarrota, hu– millación o como queráis. Y el hombre, anonadado, casi no tiene otro remedio que entrar dentro de sí, desengañado de la burda comedia humana, y volverse a Dios.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz