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R1UlIOGR.AFÍA DE LA FRIVOLIDAD 271 perseverante. Dicen que la oración es la omnipotencia de los débiles. Todo se ha prometido a la oración. Cristo ha empeñado su palabra, y Cristo no engaña a nadie. San Mateo nos refiere un episodio maravilloso de Jesús con una turba de enfermos: "Y se le acercó una gran muchedumbre, en la que ha– bía cojos, mancos, ciegos, mudos y otros muchos enfermos, y se echaron a sus pies y los curó. Y la muchedumbre se maravillaba viendo que hablaban los mudos, los mancos sanaban, los cojos andaban y veían los ciegos. Y glorifica– ban al Dios de Israel". (XV, 30-32). "Se echaron a sus pies", -dice el Evangelio. Supone– mos que tras esto, vendría la súplica de palabra. Pero no era necesario. Aquella postración humilde ante el Maestro, era toda una plegaria patética, impresionante, que llegó al corazón de Cristo. Y el efecto fulminante fue la curación de toda aquella multitud de enfermos. La oración había producido sus frutos. San Pablo escribe a los Efesios: "...no ceso de dar gracias por vosotros y de hacer por vosotros memoria en mis oraciones, para que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo y Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de consolación en el conocimiento de El, iluminando los ojos de vuestro corazón. Con esto en– tenderéis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas y la gloria de la herencia otorgada a los san– tos, y cuál es la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, según la fuerza de su poderosa vir– tud... " (1, 16-20). Oremos como San Pablo, para que Dios ilumine los ojos de nuestro corazón y veamos las divinas realidades escon– didas en el mundo de lo sobrenatural. La súplica del cie– guecito del Evangelio, debe ser nuestra súplica de todos los días: "Señor, que vea". Pero con hondo espíritu de cristia– na caridad, oremos también para que esa luz llegue a los ojos de tantos desgraciados, que sólo ven las cosas de este mundo fascinadoramente engañosas, y están ciegos en el alma. Son nuestros hermanos, enfermos de esa extraña ce– guera que se llama frivolidad. Señor, que vean también ellos, y será completo nuestro gozo. Esa luz les hará encon– trar el camino de su salvación.

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