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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 261 penitencia. También son verdades eternas las que nos traen al alma la esperanza consoladora de una gloria sin fin. La historia nos habla de un hombre que, abandonando el mundo, se fue al desierto, a fin de vivir sólo para Dios y asegurar así la salvación de su alma. Algún tiempo des– pués fueron a visitarle unos viejos amigos suyos. -¿ Y no te aburres con esta vida?, -le preguntaron. -Sí; de vez en cuando me sobreviene un poco de can- sancio y hastío; pero entonces me asomo a esa ventana y, a través del agujero de esa tapia, veo ese pedazo de cielo, y me digo: espera, ten un poco de paciencia, que al final ese cielo será para ti". Ciertamente; si con frecuencia reflexionáramos en la grandeza del cielo que c;e nos ha prometido a los cumpli– dores del deber, no habría dificultad ni esfuerzo que no arrostráramos, a trueque de disfrutar un día de su felici– dad. Pero como apenas hay nadie que reflexione en el cie– lo, por eso se hace posible esta apatía, indiferencia y aban– dono que nos envuelve. G. Flaubert escribió en sus "Pensamientos": "Creo que si mirásemos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas". Pero como apenas nos acordamos del cie– lo, por eso nos arrastramos por la tierra como los sapos. Mas por cima de todas las verdades eternas, hay un pen– samiento que abruma y anonada o que exalta y enloquece. ¡Es el pensamiento de la eternidad!... ¡Un infierno eter– no! ... ¡Un cielo eterno!. .. El mismo infierno perdería mu– cha de su terribilidad si terminara un día, aunque esto fue– ra dentro de millones de año:, ... Y el mismo cielo perdería mucho de su inmenso atractivo, si no fuera eterno ... Pero un infierno eterno hace estremecer de escalofríos al más pintado, y es capaz de meter en vereda al mas sin– vergüenza de los hombres. Y un cielo eterno es capaz de volcar un mundo de alegría sobre el ser más atribulado de la tierra, y lanzarle a las empresas más arduas con la dul– ce esperanza de su conquista... "Si los hombres supieran lo que es la eternidad, harían todo lo posible por cambiar de conducta", -exclamó Ja– cinta, la vidente de Fátima, en su última enfermedad. Alguien dejó escrito: "Siempre habrá cartujos en la tie– rra, porque siempre habrá quienes piensen en la eterni– dad". Y yo añadiría: Siempre habrá gamberros, malvados y
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