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20 P. DAVID DE LA CALZADA en la dirección que les señala el soplo de la pasión, del am– biente, de la moda. Son esclavos del mundo o del instinto, que se encargan de imprimir a su vida las más varias di– recciones. La mariposa de mil colores revolotea, en giros capri– chosos, sobre las flores del jardín. Cambia a cada paso de dirección; baja, se posa, torna a volar. Y así se pasa el día, sin que se vea una utilidad práctica, ni un movi– miento razonable en todo.:, sus evoluciones. He ahí otra imagen del alma veleidosa, del espí- ritu frívolo. Revolotear c~rnrichosamente sobre todo sin fi– jarse en y no ha~er irnnca cosa que valga la pena en bien de la humanidad o en el suyo propio. Y, si queréis una imagen más, ahí tenéis la hoja seca caída del úrbol. Mientras permanece en la rama, nutrida de su savia, todo marcha bien; la hoja se mantiene firme, fresca y lozana. Pero, al desprenderse de la rama del ár– bol, cae a tierra, y desde aquel instante comienza a ser juguete del viento, que la arrastra con el polvo y la lleva en todas direcciones. Cuando el hombre se mantiene asido al árbol de la fe, nutriendo su vida espiritual con la savia de las verdades reveladas, vive una ,/ida digna, de racional y de cristiano. Pero cuando se desprende del árbol de la fe, cuando deja de nutrirse de su savia, cae en medio del mundo, y, como la hoja seca, es arrastrado en todas direcciones por todos los huracanes de la vida... Ha caído bajo el imperio de la frivolidad. Se ha convertido en el payaso de la creación... Los ángeles le miran con pena, y el Padre Dios con ver– .. Ese hombre es la deshonra de la familia ... En abierto contraste con todo esto, nos encontramos con otras imúgenes gráficas que representan el reverso de la frivolidad; es decir, la la cordura, la firmeza, la eficiencia. Mientras la veleta casquivana se mueve a to– dos los aires, hay algo que permanece firme, sin ceder al embate de los elementos, y es la Cruz que remata la torre de la catedral y se oculta en las nubes. l\Hentras la hoja seca se arrastra por el fango en todas las direcciones al soplo del vendaval, hay algo que per– manec:; firme en su puesto, indiferente al rodar del aire, del tiPmpo y de bs cosas. Es la roca inconmovible de la monta:~w, que hunde su base en el abismo.
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