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CAPITULO XXII TRATAMIENTO DE LA FRIVOLIDAD (II) III.-Reflexión, meditación sobre las grandes verdades religiosas y en especial sobre las verdades eternas. He aquí otro medio magnífico para combatir la frivo– lidad. En los membretes que la Allied Stores Corporatión em– plea para las cartas a sus jefes, dice: "Mirar es una cosa. -Ver lo que se mira, es otra. -En– tender lo que se ve, es aún otra. -Aprender lo que se entien– de, es también distinto.-Pero aplicar lo que se aprende, es lo único que, en realidad, tiene importancia". Aquí falta, a mi corto modo de entender, una cosa muy importante: Reflexionar sobre lo que se ha mirado, visto, entendido y aprendido. La reflexión será la gran palanca que nos impulse a llevar a efecto lo que convenga. Tratándose del campo moral y religioso, a la reflexión podemos darle otro nombre: Meditación. Y el objeto de esa nuestra meditación reflexiva han de ser las verdades de nuestro credo. No sólo hay que aprender; hay que meditar, reflexionar serenamente sobre lo aprendido. Si esto hace– mos, muy pronto se reflejarán esas verdades en la prácti– ca de nuestras vidas, porque esas verdades, miradas de cer– ca y con calma, resultan tan impresionantes, que nos obli– gan a obrar en conformidad con sus enseñanzas. El poeta Brentano, en medio de sus frivolidades, al oír de la santa vida y de las maravillas que se narraban de la estigmatizada Catalina Emmerich, exclamó sobrecogido: "Pues, si esto es así, ¿ cómo es posible que nosotros sigamos con esta vida... , que estemos aquí tan tranquilamente sen– tados, y bebamos y juguemos?" La explicación es muy sencilla: Porque se oyen esas co– sas, y se olvidan al instante; porque no se reflexiona a fon– do y con frecuencia sobre ellas. Un autor piadoso nos señala como con el dedo esa mis– ma causa:
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