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250 P. DAVID DE LA CALZAllA de vida en el centro de nuestro ser, imprimámoslo en nues– tras mentes, disolvamos sus enseñanzas en nuestra misma sangre y en la de los demás, y luego vivamos en conso– nancia. El mundo habrá recibido con ello una auténtica forma– ción cristiana, y comenzará a ser eso que todos deseamos: Un mundo mejor, antesala del otro que la fe y la esperan– za nos prometen, el mundo de la eterna felicidad. II) Defensa contra el mundo, enemigo del alma. Dios nos ha puesto en el mundo, y tendremos que vi– vir en el mundo, rodeados de un ambiente adverso, pro– picio para el contagio y la claudicación. ¿ Qué hacer? Hay que defendernos a toda costa del influjo malsano de su doctrina, de sus ejemplos, de sus presiones. Es muy importante y elemental vivir en el mundo, y saber inmunizarse contra el espíritu del mundo. Hay que conseguir algo así como una vacuna preventiva. No nos fie– mos demasiado de nosotros mismos, ni de la solidez de nues– tra formación cristiana. La acción disolvente del mundo so– bre la conciencia es fuerte, continuada y constante, y lo que no puede conseguir en un día, quizá lo logre conseguir en una semana, un mes o un año. Es curioso y lamentable el caso de miles de emigrantes españoles. Salen de un hogar cristiano en busca de dinero, y de la noche a la mañana se ven trasplantados a un am– biente paganizado y materialista al otro lado de nuestras fronteras. ¡Lamentable! Al poco tiempo, muchos se han he– cho como los nativos, y con frecuencia, peores que ellos. To– da su formación cristiana, se vino a tierra, apenas soplaron los aires de otro ambiente y otras costumbres, que en na– da se parecían a las de su patria o su pueblo. Ya hace muchos siglos que dijo un filósofo pagano: "Siempre que estuve entre los hombres, volví menos hom– bre". Y ¡cuántos podríamos afirmar hoy, (yo el primero): "Siempre que estuve en contacto con el mundo, volví me– nos cristiano". El aislamiento completo no es posible, ni siquiera con– veniente. Son muchas las cosas que tenemos que hacer en la calle en beneficio propio y de los demás. Pero es preciso tomar precauciones para evitar el contagio. Cuando se declara una epidemia, sería crirrúnal huir

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