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241 P. DAVID DE LA CALZADA Que piense y reflexione en mi misión temporal y en mi des– tino eterno. Que no sea un inconsciente ni un tonto. Como escribe un exégeta moderno: "No nos olvidemos de pedir a Dios conocimiento espiritual. Sin él, estamos peor de lo que estaba el ciego de Jericó, aunque tengamos sanos los dos ojos de la cara. Es trágico tragarse con los ojos del cuerpo todas las be– llezas de este mundo, y sin embargo ser ciegos para el mun– do del espíritu, ser ciegos para Jesús que pasa de largo". (Richard t. a. Murphy). Que veamos a tiempo nuestros yerros y equivocaciones. Que aquel triste "luego erramos" de los impíos, de que nos habla el libro de la Sabiduría (V, 6), tenga lugar en nos– otros cuando aún las cosas tienen remedio. ¡Sería demasia– do trágico el pronunciar esas palabras, como ellos, al otro lado de la muerte, cuando ya nada se puede remediar...

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